Por Rosa María Pérez Morales
Desde tiempos inmemoriables, la educación ha sido considerada como un modelo de instrucción rígido en el cual interfieren distintos procesos esquemáticos y estratégicos para lograr un aprendizaje en el alumno.
Por su parte consideramos al aprendizaje como un proceso complejo de adquisición de conceptos a los que llamamos conocimiento el cual inicia gracias a la percepción sensorial
En el caso de los niños con síndrome de Down el proceso de información auditiva y visual resulta particularmente más complejo debido a sus características cognitivas y a la estrecha relación que se tiene con las dificultades en el aprendizaje.
Si bien existen muchos métodos especializados para el abordaje educativo del niño con síndrome de Down hay que hacer énfasis en uno que al parecer puede tomarse solamente como un método de recreación como es el juego.
Esta estrategia lúdica, es benéfica para desarrollar habilidades básicas del desarrollo estimula la coordinación viso-motora y la noción espacio-temporal, en las primeras etapas del aprendizaje, además de que es una actividad que se considera como una experiencia propia de los niños, es una manera atractiva y efectiva para llevar a cabo su desarrollo, crea ambientes facilitadores que le permite interactuar más facilmente en un contexto placentero, controlado y enrriquecedor de estímulos.
A través del juego el niño descubre no solo sus habilidades y destrezas, descubre a un otro con el cual puede identificarse pero sobre todo accede a la necesidad de comunicarse, aprovechando de manera lúdica, recreativa y educativa los recursos que le brinda el medio, pero sobre todo el contacto y la relación con alguien más de una manera más íntima.
Gracias al juego el niño nos abre una puerta hacia su mundo interno, nos permite crear un vínculo emocional estrecho donde nos invita a participar, los niños con discapacidad intelectual o con dificultades de aprendizajes no deben quedar excentos de esta experiencia, por el contrario como docentes debemos de estimularla cuando sea necesario.
Jugar con un niño con discapacidad intelectual nos enfrenta a varios retos como maestros, el primero es el de la comunicación pues generalmente estamos acostumbrados a guardar formas de instrucción más que de interacción, es por eso que se sugiere observar al niño antes de abordarlo, ser sensibles.
Jugar con el niño no es darle un juguete de entretenimiento, es llevar acabo una función integradora y estructurada, socializadora por excelencia gracias a la cual el niño descubre su potencial creativo y el profesor un medio estratégico de enseñanza.