Por Montserrat Vega Mejía
¿Alguna vez se han sentido como perdidas en un bosque, sin alimento y sin saber qué hacer?
Esa sensación de incertidumbre que nos pone chinita la piel? Pues yo sí, incluso podría decirles que viví en ese lugar por un tiempo cuando me separé y me quedé sola con mi hija.
Cuando planeamos tener un bebe mi ex esposo y yo, estábamos tan emocionados por tantos planes que teníamos, nuestros trabajos, la guardería, nuestro departamento, el perro, los muebles, en fin toda una nueva vida. Llegó el día en que nació mi Fátima, un 5 de junio del 2002 a las 18:20 para ser exactos. Al principio sólo fueron regaños por parte de los doctores porque según ellos, no me practiqué estudios que me indicaran que la niña tenía Síndrome de Down, debo de admitir que en un principio me sentí terriblemente mal, como si toda mi vida diera vueltas, un camino totalmente incierto y con una responsabilidad a cuestas demasiado enorme. Tuvimos que reorganizarnos como familia y como pareja, las cosas a partir de ese momento ya no serían las mismas. Decidimos que no regresaría a un empleo de tiempo fijo y mejor me dedicara a un empleo por mi cuenta y a llevar a la niña a sus respectivas terapias y a las visitas con los especialistas médicos. Aún después de mucho tiempo recuerdo esas salidas temprano, con una bebé en el canguro, mi pañalera con todo un equipo de ropa y utensilios diversos para sobrevivir con una bebé la mitad del día, mis ánimos estaban por debajo de lo normal, pero aun así sabía que tenía que acatar mi responsabilidad.
Mis días eran así, salir temprano, llegar en la tarde, comer, ya en la noche platicar y descansar con mi ex pareja, si salíamos a darnos nuestras pequeñas escapadas a cenar o a caminar, pero definitivamente ya nada era igual, así en esa situación nos mantuvimos un tiempo, por circunstancias adversas, nos tuvimos que salir de casa de mi suegra y nos mudamos a un departamento, ya para vivir solos con la niña, en un nuevo lugar lejos de ambas familias. Fátima cada vez crecía más y nos mostraba logros impresionantes gracias a la intervención temprana de terapistas, eso internamente me llenaba de profunda alegría y satisfacción, sabía que iba por buen camino y que estaba valiendo la pena tanto esfuerzo y sacrificios económicos y personales. Fue en esta parte donde supongo que me perdí, me base tanto en mantener felices a mi niña y a mi esposo que me olvidé de mí misma. Por fin nuestra economía mejoraba cada día mas, yo con mis ventas de artículos diversos por catálogo y él con un nuevo empleo, mejor pagado y con múltiples prestaciones, ya para ponerle la cereza al pastel, hasta un perro y coche teníamos, “Estábamos en proceso de convertirnos en la familia perfecta, la clásica de los comerciales”. Todo se empezaba a conjugar, como si ese rompecabezas se estuviera ya formando. Pero oh sorpresa, bien dicen que no es bueno planear. En esa etapa fue cuando más lejanos estuvimos los tres, era como si solo viviéramos por vivir, así como robots que actúan porque ya están programados para hacer determinadas cosas todos los días. Llego el momento, después de tres meses de constantes peleas y actitudes un tanto desmoralizantes, decidí que hasta ahí llegaba mi matrimonio, el lo tomó con aceptación y sí ahí acabo mi cuento de hadas que me había formado.
Asumí que me quedaba sola, sin un trabajo fijo durante mis ocho años de matrimonio, con gastos y deudas grandes, una hija, un perro, y mi moral por los suelos. Tengo que admitirlo este proceso me dolió demasiado y no dejaba de culparme por ser la responsable de haber deshecho mi matrimonio. Una de las situaciones que mas trabajo me ha costado aceptar es el hecho de que el papá de Fátima no la vea, no sé sus razones y es mas no sé si un día las sabré, pero de algo si estoy muy segura es de que le estoy profundamente agradecida por haberme dado lo que más quiero Mi Fátima.
Debo de admitir que esta vida de mamá sola, es difícil, dura, no podemos evitar en algunas situaciones que la tristeza llegue a nosotras, pero sí depende de nosotras el permitir que esta se instale en nuestro corazón. Si alguien me preguntara como estoy y como está mi hija, puedo decir que estamos en nuestro mejor momento. Por mi parte decidí hacer mi bachillerato en un examen único, estoy estudiando la universidad y mis diferentes actividades para mantenerme y mantener mis gastos están fluyendo de manera positiva. Sé que vamos por buen camino, me recuperé como persona, le di su espacio a Fátima, valora la presencia de mi familia y valoro mis momentos de soledad. Lo más importante para mí es saber que tengo en mis manos mi propia vida y lo más valioso es saber también que tengo en mis manos la joya más valiosa, mi hija, que cada logro de ella es un pedazo que hace mi vida más completa. Y ahora puedo saber que para que todo esté bien a mí alrededor, tengo que primero estar bien yo.
Soy mamá sola, pero muy feliz y satisfecha. El camino es largo, no fácil, pero de mi depende la actitud que asumo al tomarlo.
Fátima |