viernes, 16 de abril de 2010

LOS DE LAS CAPACIDADES DIFERENTES.

Están por todos lados, en el supermercado, en el transporte público, en la escuela, en los hospitales, al cruzar una calle, en el consultorio del dentista, cuando vamos de vacaciones, en el cine, en la tienda de la esquina, hasta en el semáforo pidiendo limosna, algunos van de la mano de sus madres; aunque también caminan solos por la calle, a otros más, los guía un perro, usan bastón y lentes, unos mueven las manos para poder “hablar” con ellas y existen otros que libran considerables obstáculos, convirtiéndose en malabaristas urbanos con la silla de ruedas; están entre nosotros, aunque por momentos parezcan invisibles.

 Algunas veces cuando son niños nos es más difícil verlos, ya que “las condiciones especiales” impiden su “exposición” a tanto tiempo en público, sin embargo cuentan con las mismas necesidades de ser incluidos en un medio social que estimule su crecimiento, medio social del cual quedan al margen, ya que no se comportan igual que los “otros”, les siguen dando de comer en la boca, no se les entiende cuando hablan, sus juego son distintos, no pueden correr igual, no responden a preguntas elementales teniendo que contestar otros por ellos, son los que se quedan en el receso con la maestra, los que sus mamás pasan mucho tiempo en la escuela, son los que causan la curiosidad de los niños que “están bien” y les preguntan a sus papás, quiénes son esos niños que “están mal”.

 Son los ángeles, los monstruos, la maldición a los padres o el castigo al cual se hicieron acreedores porque han sido malos y algo están pagando,pero también, son los nombrados con el calificativo en diminutivo que pretende cumplir como efecto “minimizador” de su condición, son los malitos, el mongolito, el cieguito, el enfermito, el mudito, el tullidito, o en un sentido ya más elevado y en un ambiente conocido, son llamados como el síntoma; los down´s, los autistas, etc.

Los de las capacidades diferentes, son todo y son nada a la vez, son llamados y colocados en todos los lugares menos en uno que les permita asumir su lugar de personas que presentan discapacidad y desde ahí vencer las barreras propias a las que tienen que hacer frente debido a su condición de vida.

El término discapacidad (aunque a algunos les suene feo) es un término aceptable, sin embargo lo ideal es referirse a ellos sobre todo como personas; las personas que presentan discapacidad (enfatizamos el verbo presentar; porque en algunas ocasiones también nos referimos a ellas como si sufrieran o padecieran la discapacidad y no siempre es así).

Los niños que presentan discapacidad, son ante todo niños; colocarlos como ángeles, o adjudicarles elementos totalizadores y absolutos a su personalidad que no siempre tienen, como el hecho de pensar que son muy tiernos o que solo dan amor, limita sus posibilidades de crecimiento y de ser tratados y sobre todo educados como niños que necesitan disciplina, límites y también amor; crean ideas erróneas en cuanto a su educación ya que se vuelve sumamente permisiva y se pasan por alto conductas que simplemente bajo las normas sociales no tienen porque existir, ya que imposibilitan la inserción a una comunidad regida por reglas en las que nos guste o no, tenemos que acatar ya que de no hacerlo quedamos fuera.

El término de capacidades diferentes es un término erróneo y confuso, pretende colocar a las personas que presentan discapacidad en una norma (refiriéndonos a norma en un estricto sentido métrico) a la cual no pertenecen, dadas sus condiciones físicas, intelectuales o sensoriales que presentan disminución y necesitan de elementos externos que adecuen, suplan o cumplan las funciones que por diversas razones han quedado disminuidas de forma permanente, temporal, parcial o total. El hecho de que no pertenezcan a una métrica, no significa que tampoco pertenezcan a una sociedad teniendo que quedar marginados excluidos y peor aún, ser discriminados.


El término de capacidades diferentes lejos quedó de otorgar un beneficio a las personas con discapacidad y mucho menos cuando de protección legal se trata. El tercer párrafo del artículo primero de la Constitución de nuestro país prohíbe la discriminación por diversas causas como el origen étnico o nacional, el género, la edad, las capacidades diferentes, la condición social, las condiciones de salud, las opiniones, la religión etc.

Si bien es cierto que se menciona el término capacidades diferentes, que se utilizó en el sexenio de Vicente Fox como un sinónimo de las personas con discapacidad, el cual, según la política gubernamental de aquel momento, era incluyente y antidiscriminatorio, la realidad es que el término legalmente correcto y reconocido por la OMS es discapacidad, por lo tanto las personas de las capacidades diferentes, ante términos estrictamente jurídicos no son las personas con discapacidad, factor que crea un vacío y laguna jurídica significativa en cuanto a la protección, promoción y defensa de sus derechos.

He ahí la importancia de referirnos a las personas con discapacidad bajo los términos correctos que denoten en su contexto realidades en cuanto a la adjudicación de derechos pero también de obligaciones y responsabilidades, como todo ciudadano; referirnos a la discapacidad es nombrar solo a una característica de vida de una persona, quien posee más características aparte de la discapacidad.

Los niños con discapacidad y en específico los niños con discapacidad intelectual, incluyendo a los niños que presentan Síndrome de Down, tienen el mismo derecho a ser educados y formados en igualdad de condiciones, adecuando los elementos para que lleguen a ser personas sujetas a derechos pero también a obligaciones, conforme a sus características particulares.

Dejarlos en el imaginario de ángeles o personas extrasensorialmente habilitadas para dar amor, es un riesgo que los puede fijar de manera permanente en una condición ideal e infantilizada anulando cualquier posibilidad de crecer y asumir compromisos con ellos mismos, con la familia y con la sociedad.

Educarlos desde el hedonismo, es dejar que permanezcan como sujetos de asistencia meramente, excluyéndolos nosotros mismos de un medio que les demanda actuar, anulando sus múltiples capacidades, mismas que deben ser explotadas al máximo en un ambiente facilitador en base a una exigencia permanente.